Cruz J. Saubidet®
Posted by cruzsaubidet en octubre 23, 2018
Cruz J. Saubidet®
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Posted by cruzsaubidet en May 31, 2018
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Posted by cruzsaubidet en abril 16, 2018
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Posted by cruzsaubidet en noviembre 3, 2017
Mis recuerdos de Juan datan de fines de los ochenta, pescando moncholos en un arroyo ancho de la zona de Aguará Grande, al norte de San Cristóbal. No fuimos grandes amigos, pero, a diferencia de sus cinco hermanos, el tipo pensaba distinto y como yo nunca tuve un pensamiento globalizado, las escuetas charlas que teníamos junto al arroyo muchas veces eran reveladoras. No coincidíamos en mucho más que en lo innecesario de madrugar y la exacerbación del gauchismo. Discutíamos sobre la posibilidad de utilizar cuatriciclos para recorrer, la maleabilidad de la soga en lugar del lazo de cuero y la poca calidad de los recitados del chamamé. Ambos teníamos esa dualidad entre lo rural y lo citadino que nos torturaba y que resolveríamos más tarde o más temprano.
Juancito era muy flaco pero ágil para trepar árboles, especialmente eucaliptos grandes. Nos perdimos el rastro por muchísimos años hasta que un día nostálgico buscando alguna raíz por Internet, me encuentro con el primer festival de poesía y micro relatos de San Cristóbal, auspiciado por la Cámara de Comercio y coordinado por Juancito. Sin dudarlo lo agregué al Messenger y nos pusimos al día.
Al terminar el secundario, Juancito estudió magisterio y luego emigró a Los Amores a ocupar una posición vacante en la escuela Juana Arzurduy. Ahí, en sus horas libres comenzó a plantearse la posibilidad de convertirse en el Roque Nosetto del norte Santafesino, aunque definitivamente no estaba destinado a escribir para niños. Trató de hacerlo, pero sus alumnos no comprendían el poder de la metáfora ni valoraban el vocabulario florido de sus escritos. Hubiera sido fácil cambiar un “cri-cri dice el grillito” por un “cro-cro sugirió la rana” pero el plagio no estaba en sus genes. Así y todo en las largas tardes de calor y soledad generó poesía para varios libros, siempre buscando la diferencia y la belleza hasta entonces desconocida por el mundo.
Fueron ocho años aletargados en Los Amores paradójicamente solitarios, tuvo una novia de Vera, también maestra, pero “por tanto ir y venir la relación fue perdiendo envión hasta desintegrarse”sic.
A principio de los dos mil, Juancito reacondicionó una casita en el campo de sus padres y comenzó una nueva vida lejos de la enseñanza y de la gente en general. Había decidido vivir con pocas pertenencias y distracciones y dedicarse de lleno a la literatura y a la crianza de gallinas y pavos. En dos años escribió mil trescientas páginas de versos insensibles con metáforas cargadas de realismo y dureza, de desinterés por el amor, de búsqueda de sabiduría y de desprecio por el mundo tanto urbano como rural. “Mi poesía busca apagar corazones y despertarlos de la sinrazón de que las mariposas son bonitas”
Con la aparición de Internet decidió mudarse a San Cristóbal, ocupando una casita familiar sobre la avenida trabajadores ferroviarios. Ya conectado a la red pocos lograban verlo, aunque algunos de sus escritos engalanaban las páginas culturales de “El departamental”, “La opinión” y “Castellanos”. Su columna “El Odioso” era cita obligada apenas por debajo de los avisos fúnebres.
Cuando le anuncié mi visita me pidió que no fuera un jueves, porque es el día de la semana que lava la ropa y anda desnudo. Así que fui un domingo a la mañana. Fue una experiencia minimalista y envidiable, Juancito ha logrado ser “él mismo”, un buscador de algo, que en su camino se ha ido despojando de todo para lograrlo. Yo creo que es un triunfador, quizás un poco extremista para mi gusto, que conserva un buen soplido para apagar las luces de corazones melosos.
Mis respetos, Juancito. Nos vemos pronto.
Cruz J. Saubidet®
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Posted by cruzsaubidet en febrero 20, 2009
Restituto Norberto Vargas es uno de los personajes famosos que abundan en cada una de las regiones de cada lugar del mundo.
Así como hoy fijamos la vista en algún personaje particular (punk, dark, gato, motoquero), hace años era inevitable prestar atención y observar detenidamente a Don Vargas. Hombre gaucho, grandote, de ojos achinados y de bigote grande y tupido.
Vale aclarar que nunca nos quisimos, o quizás yo no lo quise y a él le fui indiferente, pero a la distancia, lamento no haber aprovechado un poco más su sabiduría de hombre duro y trabajador.
Poco sé de su historia, sólo me queda el sabor amargo al sentir que trabajó mucho y hoy es un jubilado más en un pueblo perdido sin mucho que hacer y con una gran tristeza que lo carcome día a día.
El hombre anduvo siempre a caballo, durante sesenta años, cada día de su vida. De joven, dicen, le gustaban la farra, el vino y las mujeres; pero con los años dejó esos vicios y se dedicó a trabajar con responsabilidad. En sus genes estaba liderar a otros, y pese a su analfabetismo fue un capataz consultado por muchos a la hora de emprender trabajos grandes. Eso sí, a la antigua, con perros y a los gritos, a lo bruto, sin una pizca de psicología aunque siempre al frente de su tropa, demostrándole a los más jóvenes que él podía hacer las cosas mejor o igual que ellos.
Su libreta de anotaciones, basada en números y dibujitos, poseía un informe preciso y detallado de todo lo que sucedía dentro de las ocho mil hectáreas que manejaba, nada se le escapaba a su visión infalible de rodeos de vacas, terneros, toros, caballos, pastos, alambrados, posibles enfermedades, sequías o inundaciones.
¡Y el respeto! No solamente sus empleados, todas las personas se detenían a cruzar algunas frases con él, desde patrones y administradores hasta el más insignificante barrendero del pueblo. Vargas siempre tenía una risa para regalarles, una risa mezclada con palabras ilegibles para muchos pero contagiosa.
De grande le picó el bicho de la soledad (o de la trascendencia) y se juntó con la hija de un peón que le dio dos hijos a los que adoraba. La alegría le duró poco, su hija mayor tenía una grave enfermedad progresiva que consumió horas de amargura, hospitales y ahorros. Así y todo, la chica salió adelante e hizo una vida medianamente normal. Su hijo creció sano y fuerte, aunque desinteresado de las tareas rurales.
Vargas se jubiló a los 67 años, estiró lo más que pudo su retiro pero debió abandonar su trabajo luego de cincuenta años en la misma estancia. Se instaló en su casa en el pueblo e hizo algunos trabajos para amigos que le inventaban ocupaciones para mantenerlo entretenido.
Hace dos años, su hija Alejandra tuvo una decaída y murió a los 22 años. Desde ahí, nada pudo levantar el ánimo de Don Vargas. Los que pasan por su casa pueden verlo cada día, sentado en el patio, con el mate en la mano y la mirada triste. Quizás espere algo, quien sabe qué.
Cruz J. Saubidet®
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Posted by cruzsaubidet en May 23, 2008
Argentina es un crisol de soledades donde todos creen que tiran juntos pero nadie es el primero en agarrar la soga.
“La van a bajar” me aseguró tiempo atrás un conocido que sabe de política. Yo pensé que no, porque creía que era una mujer fuerte e inteligente. Sus pocos meses de mandato vienen demostrando lo contrario. Así y todo, espero que no la bajen.
Los dos últimos años del gobierno de Néstor Kirchner y los meses de su esposa, se han mostrado opacos. Creo que esa es la palabra para definir lo que han hecho, porque algo han hecho, pero dentro de una opacidad coloreada de demagogia, populismo y falta de sentido común; y esos no son colores lindos.
¿Por qué están rodeados de gente mala? Mi única explicación es que ellos también lo son. Tener pegados a los gremios, a D’elia y a muchos otros atorrantes visibles, hace pensar que son “del palo”.
El problema con la gente del campo demuestra que no tienen buenos asesores. Hasta el más “pelotudo” se habría dado cuenta de los problemas que traería el aumento de las retenciones. Claro, los asesores tienen posiblemente un dejo de resentimiento hacia los terratenientes producto de sus años de lucha. ¿Seguirán luchando?
También está la posibilidad de que desde dentro del gobierno, quieran bajar a la “señora”, pero hay que ser muy mal pensado para especular eso.
Hay otro mito cada vez menos popular: “el dueño de un campo no labura” Eso fue hace muchos años, pero muchos, en la época en que los terratenientes pasaban años en París a costillas de los regalos recibidos de gobiernos desenfocados. Pero incluso esas familias (quedan muchas), han sufrido el paso de las generaciones; y el desglosamiento de las herencias los ha dejado sin extensiones inverosímiles. Porque esas grandes familias tenían (y tienen) la costumbre de procrear al por mayor. Hoy día tienen campos, pero si los dejasen librados al azar los perderían en un abrir y cerrar de ojos.
Los últimos años han sido buenos para los agricultores y ganaderos, pero estos venían de afrontar muchos años de precios irrisorios para sus granos y vacas. Muchos quedaron en el camino y debieron vender y otros tantos dejaron por ese tiempo de vivir de sus campos y pasaron a subsistir.
Los productores saben que este oasis de precios no durará por siempre, y es razonable que quieran exprimirlo.
El gobierno no entiende que “ganar dinero” no es malo si este proviene del trabajo y la producción. Lo feo es ser rico sin que se conozcan las causas.
Otro factor que el gobierno no interpreta es el deseo intrínseco de muchos argentinos de poseer su propio campo. Este deseo existe en casi todos y por lo tanto apoyarán a quienes sienten colegas al menos en sus ambiciones.
Creo que los gobiernos no son capaces de redistribuir riqueza alguna, la única forma de que eso suceda es con mucha producción y con muchos empresarios obligados a pagar salarios apropiados. Cuando los gobiernos distribuyen, no suele haber culpables de los “desperdicios” y mucho queda en el camino.
Hay mucho más para decir, pero hay que observar que pasa.
Cruz J. Saubidet®
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